Manuel Mejía Vallejo
FRAGMENTO DE SU OBRA: LA CASA DE LAS DOS PALMAS
" El pueblo entero comentó la llegada de Efrén Herreros montado en su mula negra, lento el paso a la casa del maestro Bastidas. Sombrero de fieltro oscuro, cejas crespas bajo el ala, ojos pardos bajo las cejas.
-No había vuelto desde su encuentro con el obispo.
-Llevan dos horas hablando.
-Algo debe pasar con La Zoraida.
Desde que Medardo Herreros la abandonara, Zoraida Vélez escandalizó a Balandú en lo que consideraron prostíbulo. Desafiadora y tímida su presencia, pelo ondulado sobre los hombros, pulsera en forma de serpiente, y en la mano una sombrilla nerviosa.
-Mírenla.
Vestidos y adornos que le regalara Medardo en su época de andanzas extraviadas, añadidos al perfume que unía la piel al deseo. Su pava de grandes alas y sus lentes de diseño desacostumbrado la señalaron más que su figura, siempre dio la sensación de que algo ocurriría en ella o junto a ella.
Todavía joven, Paula Morales se atrevió a defenderla, transferida a la forastera en su exotismo aldeano.
-Paula defendería al mismo Lucifer -comentaron dos mujeres, sus rostros casi pegados. En la soledad de su cuarto Zoraida lloró por el hombre y porque advertía más enceguecidos sus ojos mientras lloraba. Las gafas entonces fueron desafío al pueblo y a su mala racha, fueron una manera de no esconderse, escuchando canciones en la grafonola que le dejara Medardo cuando le dijo que pronto regresaría. "
-No había vuelto desde su encuentro con el obispo.
-Llevan dos horas hablando.
-Algo debe pasar con La Zoraida.
Desde que Medardo Herreros la abandonara, Zoraida Vélez escandalizó a Balandú en lo que consideraron prostíbulo. Desafiadora y tímida su presencia, pelo ondulado sobre los hombros, pulsera en forma de serpiente, y en la mano una sombrilla nerviosa.
-Mírenla.
Vestidos y adornos que le regalara Medardo en su época de andanzas extraviadas, añadidos al perfume que unía la piel al deseo. Su pava de grandes alas y sus lentes de diseño desacostumbrado la señalaron más que su figura, siempre dio la sensación de que algo ocurriría en ella o junto a ella.
Todavía joven, Paula Morales se atrevió a defenderla, transferida a la forastera en su exotismo aldeano.
-Paula defendería al mismo Lucifer -comentaron dos mujeres, sus rostros casi pegados. En la soledad de su cuarto Zoraida lloró por el hombre y porque advertía más enceguecidos sus ojos mientras lloraba. Las gafas entonces fueron desafío al pueblo y a su mala racha, fueron una manera de no esconderse, escuchando canciones en la grafonola que le dejara Medardo cuando le dijo que pronto regresaría. "
BIOGRAFÍA Y FRAGMENTO DESCARGADOS EL 10 DE AGOSTO DEL 2010, DISPONIBLE EN: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2027
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